De Sigifredo María.... Para Besana

CARTA A MI ABUELO


De Sigifredo María…. Para Besana
Os mando parte de unos recuerdos que han pasado por mi mente estos días y que guardan gratos momentos de un pasado ya tan lejano, que posiblemente solo al que está escribiendo le digan algo y también os quiero decir que a mi me dicen tanto, que forman parte de mi ser. Por eso cuando me vienen a la memoria aquellas charlas con mi abuelo, lo vivo aunque haga ya tanto tiempo que nos dejó, que no parece lógico volver a aquel pasado lejano, pero si lo hubiera olvidado nunca lo podría compartir con vosotros en la revista Besana.

Tengo la suerte de recordar como diría un castizo, todo, todo como si acabara de pasar, por eso en silencio y en mi intimidad, hablo con el y con alguno más de los que me precedieron porque sé que ellos sí me quisieron de verdad y sin temor al ridículo me atrevo a contarles cosas del presente que ellos no vivieron y que les parecería imposible si ahora se presentaran aquí.

Un día pasó por mi mente una pregunta que de muy buena gana le habría hecho a mi querido abuelo: «¿Te acuerdas, abuelo, de cuando decías imitando una frase de la verbena de la paloma, que las cosas adelantan que es una barbaridad?». Pues ahora lo digo yo, las cosas adelantan, demasiado deprisa nos superan los nuevos inventos y la nueva tecnología, ¡Nos lo están poniendo muy difícil ahora abuelo, a los abuelos!

Te voy a poner un ejemplo de cómo ha cambiado todo en esta época desde que tú te fuiste. Ahora todo es tan diferente, cambian tan deprisa las cosas, que si no eres joven y muy listo te pasan por encima y no te enteras. No te voy hablar de ordenadores, ni de cómo es la televisión, aparatos que vinieron después de irte tú. No, te voy hablar de coches y de burros, que de unos viste muchos y de otros, alguno. ¿Te acuerdas cuando pasaba algún coche por el pueblo por la vieja carretera de piedra? Nosotros, los niños de entonces, corríamos detrás de ellos porque eran algo desconocido, pues ahora, los coches nos aburren, nos hacen la vida imposible y lo más ingrato, que sin ellos no se qué sería de esta sociedad creada a imagen y semejanza de esos coches que nos dan vida, pero que también nos la quitan y a veces, drásticamente. Si vieras abuelo, hay tantos que se han hecho dueños de las calles, ya no se puede pasear tranquilo por ellas, ya los niños no juegan a los antiguos juegos porque no pueden, todo lo han ocupado los imprescindibles coches. Sin embargo, los burros, casi han desaparecido a tal extremo se ha llegado, que han pasado a ser una especie protegida. ¡Ya ves, abuelo…. con la poca importancia que nosotros les dábamos!. Ahora los niños apenas les ven, desde luego en las ciudades, no. Sólo si van al zoológico o cuando van al campo de excursión ven alguno. Te diré que ahora la mayoría de los niños, conocen el campo y los burros cuando hacen excursiones. ¡Te das cuenta lo distinto que es todo a cuando nosotros nos criábamos!….crecimos en los anchos y rudos campos y montábamos en los burros, no para pasear, sino para ir a trabajar dura, muy duramente…

Esta nueva vida abuelo, si algo bueno tiene, es que protege a los niños de aquel duro trabajo que nosotros hacíamos en el rudo y duro campo y además por necesidad y obligación. Te quería decir lo que hacen los niños ahora cuando ven un burro, pues corren junto a él como lo hacíamos nosotros cuando veíamos un auto. ¡Ya ves abuelo no hay diferencia! Todo sigue igual, los niños, son niños con sus fantasías y los viejos, son viejos, con sus achaques, como pasaba antes. Ambos tienen diferente forma de ver las cosas, unos tras los otros, como cuando tú te fuiste, los niños les hace ilusión ver lo que es diferente de lo cotidiano, y a los viejos casi todo les viene grande como antes.

Bueno abuelo, te diré que ahora yo vivo muy lejos del pueblo, tanto que sólo unos pocos se acuerdan de mí en él, ¡ha cambiado tanto la vida!. Todo es tan diferente, que tú ni en sueños podrías figurarte esta forma de vivir. A mi me alejó del pueblo hace ya muchos años y ahora ya para siempre. Yo espero poder verte a ti allí, en el otro mundo, donde las distancias se acortan, eso es lo que nos decían cuando tú estabas y nos siguen diciendo todavía, que existe algo después, aunque la sociedad de hoy día, abuelo, es agnóstica, no cree, aunque estemos en contradicción con nosotros mismos, porque la gente sigue visitando los lugares llamados santos o milagreros como. Lourdes, Fátima o las famosas peregrinaciones a Santiago de Compostela. Si esto fuera poco los jóvenes que por su poca experiencia son mas positivos, siguen al Papa por millares a veces pasándolo muy mal y casi siempre sin estar convencidos de sus creencias y basta observar ciertas contestaciones que les dan a periodistas que sondeándoles les hacen preguntas sobre su fé. Suelen ser poco convincentes ya que muchos o la mayoría dicen no ser practicantes e incluso declaran no saber las principales oraciones del rito de los católicos, algo que era impensable cuando nosotros nos criábamos que antes de aprender a sumar nos obligaban a saber de memoria el Padrenuestro, la Salve, el Credo o los famosos Mandamientos de la ley de Dios. Ahora los jóvenes son libres, no les obligan a aprender lo que no quieren, con lo que yo estoy de acuerdo, pues solo si somos libres se pueden hacer las cosas como las sientes incluso la fe de que hay algo después de la muerte, no les importa. Eso es bueno, nadie tiene derecho a imponerte nada, puedes creer o no, sin que a nadie le pueda molestar tu forma de vivir y de proceder.

Ahora abuelo te voy a contar un chiste que hace poco escuché y su gracia no es por lo que se cuenta sino como se cuenta. Dicen que dos jóvenes paseaban por una gran ciudad y ya cansados decidieron entrar en una iglesia que vieron que había bancos libres y allí descansar un rato, dio la casualidad que era la hora de decir la misa, los jóvenes estaban allí pero no muy atentos, a lo que del evangelio se decía aquel día que por cierto versaba sobre la muerte de Jesús. Cuando ya habían descansado lo suficiente decidieron salir de la iglesia y seguir paseando por la gran ciudad, y de pronto, a uno se le ocurrió preguntarle al otro sobre lo que creyó haber escuchado en la iglesia sobre la muerte de Jesús. La pregunta fue: ¿tú sabias que Jesús había muerto? A lo que el otro contestó ¡No, yo, ni sabia que había estado enfermo!. No es que yo te quiera decir abuelo que estos eran de los que seguían al Papa, pero bien podían ser, tomando como buenas las encuestas que se hacen, que dicen que siete de cada diez jóvenes declaran no ir nunca a misa y otros tantos no tener ni idea, como te decía antes, de las principales oraciones que los católicos usan en los ritos. Yo esto no lo considero normal como no consideraba normal lo que se hacia cuando nosotros nos criábamos que ponían a la religión por delante de todo lo que las personas deben saber, ni una cosa ni la otra, debemos ser libres para escoger sin que nadie te lo imponga como ya he dicho antes, pero pasar de todo, como hacen hoy algunos tampoco.

Tenemos una cultura que parte de la experiencia de muchos años y que debemos respetar, como creo que nunca se debe de imponer como hicieron con nosotros que todo se nos imponía y a vosotros abuelo, que recuerdo cuando en verano y en plena faena, cuando la siega exigía todo el tiempo del dia y más, que los domingos, cuando tocaban las campanas para ir a misa, había que dejarlo todo y asistir a la llamada del cura aunque fueras a dormir en la iglesia, como pasaba casi siempre, por dos razones por el cansancio y por lo aburridas que eran aquellas largas misas dichas en latín que solo el cura entendía, pero había que ir, si no querías sufrir las consecuencias de aquellos puritanos que nos gobernaron durante un largo periodo de cuya época mejor olvidarse.

Te voy a decir una cosa abuelo, con respecto a la religión y como se dicen ahora las misas, ahora ya no se dicen en latín, ahora en todas las partes se dicen en la lengua vernácula, de esta forma ya la gente no se duerme porque no sabes lo que allí se esta diciendo, también te diré, que nadie te exige asistir por la fuerza vivimos en democracia, es decir que nadie tiene derecho a imponerte nada de lo que tu no quieras hacer como pasaba antes. Te quería decir otra cosa pero no sé si viene a cuento en este momento, pero te lo voy a decir. Tú sabias que yo, cuando era joven, era reacio a entrar en las iglesias, pues un día por casualidad cayó en mis manos un libro con la biografía de el Papa Juan XXIII que fue el que hizo que la gente pudiera entender lo que en las iglesias se decía. Esa curiosidad me llevó a ir, aquellos domingos que mi trabajo me lo permitía, a oír misa lo que no me pesa haber hecho y tengo también que decir, que también un poco influenciado por mi mujer, que se crio prácticamente a la puerta de una iglesia y desde muy niña la influencia de un buen cura la tenia convencida diciéndola que por ir a la iglesia no se perdía nada, sobre todo si lo que en ella se decía era coherente con la convivencia que en la calle había. Tengo que decir que en aquella iglesia así era, tan buena persona era aquel cura y tan buen ejemplo daba a sus feligreses que el cielo si debía estar esperándole por sus obras aquí en la tierra, a tal extremo llegó aquel cura que para cambiar de sotana tenia que hacer una colecta entre sus feligreses. ¡Qué diferencia la de este cura a lo que se ha visto estos días en Madrid cuando nos ha visitado el Papa!. Salió acompañado de un montón de cardenales y obispos todos vestidos con grandes y lucidas túnicas o sotanas y con hermosos sombreros o bonetes todo bordado con hilo de oro y grandes anillos que parecía que querían que el sol brillara menos que ellos, y esto, en nada se parece a la vestimenta y vida de Jesucristo al que dicen representar en la tierra. Siento no estar de acuerdo con estas cosas aunque a lo mejor es que yo sé menos de lo que creo de la religión, también siento no poder dar el nombre exacto de la vestimenta de estos representantes de Cristo, pero a simple vista, dista mucho de esta vestimenta a como vestía Jesús.

Abuelo, me viene ahora a la memoria aquel papa que murió cuando yo era niño, que se llamaba Pio. Entonces yo me creía que los papas no morían y tú me dijiste: «Sí hijo, muere el rey, muere el papa y de la muerte nadie escapa». Pues ahora te voy a contar un chiste sobre ese papa de nombre Pio que me contaron a mi cuando estas cosas se podían contar que fue mucho después de que tú nos dejaras, porque ya sabes que hubo una larga época que los chistes que tocaran la religión era peligroso contarlos. Me dijeron también el por qué San Pedro le trató mal cuando llamó a las puertas del cielo, el porque sí lo sabes porque tú lo viviste, Europa se desangraba por los cuatro puntos cardinales y el representante de Cristo en la Tierra se quedó sentado en la poltrona y no movió ni un dedo, me supongo que para ponerse del lado de los ganadores, como así hizo, pero San Pedro que no se le pasa nada, tenía todo bien apuntado y le estaba esperando. Pio confiado cuando murió, se pasó todos los requisitos que hay para llegar al cielo, que entonces eran más que ahora. Parece ser que ahora el camino es mas fácil, ya ves abuelo, hasta en el cielo se están simplificando las cosas,…El chiste es que Pio llamó a la puerta del cielo confiado de que no le pondrían pegas, pues el había sido el representante de Cristo en la tierra, es decir el Papa, pero San Pedro le preguntó, porque él siempre pregunta antes de dejar pasar, que quién era el que llamaba de esa manera tan confiado. Pio sorprendido, le contestó: ¡Hombre!, ¿no me conoces?, yo soy Pío, el Papa, y quiero pasar al cielo. San Pedro miró los papeles que tenía delante y le dijo: «Pues búscate otro sitio, que en el cielo no hay sitio para pájaros como tú!.

Ya ves, abuelo, empecé esta carta hablando de los burros y de los coches, diciendo que antes los burros eran para que trabajaran con ellos los pobres, y los coches, para que pasearan los ricos, ahora esto ha cambiado mucho, pero esto ya no viene a cuento. Bueno abuelo, fíjate como empecé esta carta y como la acabo, pues me acuerdo cuando tú me lo decías: ¡Cuidado muchacho, que muchas veces, las cosas se saben como empiezan pero pocas veces como van acabar!

Yo acabo por hoy, espero no haberte aburrido. Como te digo abuelo, por hoy lo dejo, pues tengo miedo que digan que estoy un poco pasado de rosca, por hablar con los que hace tanto que pasaron a mejor vida, aunque esa palabra de pasar a mejor vida, no nos lo creamos los que aun estamos en ésta,….ya se verá,…porque todo llega.

ABUELO YA TODO ES DIFERENTE

¿Quién te ha dicho eso a ti muchacho?
a veces mi abuelo me decía,
y yo callaba, y de su observación me reía.

¡Ay abuelo! si vieras lo que hay hoy día
no te sorprendería de mi mente infantil
cuando me preguntaste
de lo que tu creías, eran picardías

Saben mucho abuelo los niños de hoy
saben de lo tuyo y de lo mío
juntaron la experiencia nada se ha perdido
pero no sé, si de verdad, lo tuyo y lo mío han entendido.

Yo me acuerdo cuando me decías:
¡Atento, que te cuento un cuento!
Y empezabas…érase una vez..
pero no tenías libros, ni nada escrito,
pues tú, nunca llegaste a leer.

Y seguías…érase una vez..
y me contabas aquel cuento
que a ti te habían contado,
y que a tu época habías adaptado
para hacerte entender.

Ahora abuelo si tu vieras
este mundo como es,
no te lo podrías creer
son los abuelos los que escuchan,
y a veces, les es difícil
a sus nietos comprender.

Ya no se escriben los cuentos,
ya no hay tinteros, abuelo,
y muy poquito papel,
ahora los niños, escuchan
en los llamados «cedes»…

Pero los cuentan también
que a los abuelos de ahora
les es difícil comprender
que de ahí salgan sentimientos
que puedan a los niños convencer.

Hoy he visto discutir
a un nieto con un abuelo
y no creas que discutían
sí el lobo era blanco o era negro
o si la cabra, corría
porque la mordía el perro,
o si aquel ogro del cuento,
era malo o era bueno.

¡No!, él no escuchaba aquellos cuentos,
tenia una pequeña cajita entre sus manos,
de donde salían bichitos
que son ahora un invento,
por eso yo tengo pena de ellos,
adictos de eso se están volviendo

¿Y sabes lo que le dijo a su abuelo?
Que el cuento que le contaba
a el le hacia perder el tiempo,
y que el bicho de la cajita le comía
y de esa manera puntos perdía,
¡Qué pena abuelo! Se perdió la fantasía.

Todo es diferente,
todo hasta los cuentos,
solo de aquello nos queda la esperanza,
brillando como lo hace
en la oscuridad la aurora
que espero los alivie del dolor
como a los niños, en la caja de Pandora.

Tengo pena, abuelo,
porque ahora la luna no tiene misterio,
no parece un queso, no cae en el pozo,
y la astuta zorra ya no habla con el cuervo,
ni el lobo feroz engaña a la niña,
en aquel oscuro sendero,
¿Quién será culpable?
¡No lo sé abuelo!… yo también lo siento.

Sigifredo María

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