Decía mi padre ,El Tío Pindoque, "hijos en una vida hay muchas vidas".

EL SILENCIO DE LOS QUE SUFREN


Decía mi padre ,El Tío Pindoque, «hijos en una vida hay muchas vidas».
Pienso que llegar a la vejez es un arte, donde hay que echarle pelotas para parar, mandar y templar, y como en esta sociedad parece que a los mayores nos quieren arrinconar un poco, creo que mientras tenga el corazón fuerte y la mente lúcida (aunque la vista me falle un poco), no habrá bancos de niebla que me acojonen, porque con la mente llegas donde quieres, así que a mis años no me siento para estar en un desguace porque me queda correa para dar mucha guerra.

Decía mi padre ,El Tío Pindoque, «hijos en una vida hay muchas vidas», y me estoy dando cuenta que van trascurriendo los años a una velocidad vertiginosa, estaba en lo cierto así que yo me planteo mi vida, me gusta estar en todas las finales aunque sea el último o no gane ninguna.

Voy a empezar desmenuzando, los que me conocen saben bien como soy, como he contado en otros relatos tengo todo el tiempo del mundo para hacer lo que me apetece, dice mi mujer que en casa no hago nada y tiene toda la razón, pero si me quedara en ella andaríamos peor porque le quitaría el oxigeno y sería peligroso, porque ellas son las que mandan en casa y si la llevan bien estupendo, yo sería un desastre, aunque pienso que mandan más que nosotros fuera de casa también.

Yo soy un personaje con demasiados defectos: rebelde, un corre lindes, no me callan tan fácilmente si estoy en posesión de la verdad aunque muchas veces perdiendo ganas, y me tomo las cosas muy a pecho, o estoy o no estoy. En los pueblos cercanos al mío me conocen tanto como aquí , ¿y qué sucede? que tengo muchos amigos y amigas, es debido a mi trabajo de albañil y a las historias de mi vida, un amigo es el que sabe todo de ti y sigue siendo amigo, siempre me sentido fiel a la amistad pero ¿qué pasa?, tengo algunos que están chungos, como digo yo si los tienes con todas las consecuencias para lo bueno y lo malo, porque si no, no sería amigo y como yo tengo esta suerte de movimiento que me encuentro como dios, pues casi todos los días hago visitas a unos o a otros, cuando estaban buenos no hacía falta ir a su casa porque nos veíamos en la calle, y como todos nos necesitamos pues viene bien una palmadita, un abrazo o un beso que da mucha paz. El otro día fui a ver a un amigo que está tocado, me vio y se puso tan contento. Tienes que tener mucho tacto con estas personas, y sacarlas de su mundo, porque yo nunca pregunto si les duelen las muelas o tienen lumbago. Le dije ¿que tal estás amigo?, me contesto -tirando Alfonso-, yo le dije joder no tires tanto no ves la crisis que tenemos, y se echo a reír. Me senté en la camilla y dimos marcha atrás treinta años de cuando vine del Norte, me pregunta ¿que tal aquella chavala de tu pueblo que me gustaba?, era tan salada y estaba como un tren, le conteste,- le ha ido bien tiene una familia y son felices-. Le dije te acuerdas cuando hablábamos de mujeres que nos lo pasábamos pipa, le decía, si estás trabajando y pasa una mujer moviendo todo su cuerpo, te da los buenos días con la sonrisa en su cara síguela porque trasmite todo lo que lleva dentro, o ha pasado una noche cojonuda, pero si no dice nada, ni un saludo y empiezan a titubear porque calle se meten y miran en la esquina por si las ven, ahí, hay un problema de timidez o vergüenza, o ha pasado muchas navidades y pocas Nochebuenas, se echo a reír diciéndome que cabronazo eres Pindoque. Era una manera de ver sonreír a esa persona, aunque yo muchas veces me siento un cínico. En esto que me dice mirándome a los ojos, ¿crees en Dios?, le conteste, voy a misa los domingos y me encuentro bien, pero en la iglesia no participo en más, creo en Jesús y su doctrina y en las personas de buena voluntad, que quieras que te diga amigo, pero si tú crees síguele que seguro que encontras consuelo y no intentes tirar la toalla porque no le gustaría. Me despedí y a la puerta de casa me dijo su mujer, ¿como le ves? pues bien mujer( después de un buen rato de charla), ella dijo – eso parece-.

Y muchas veces me meto en sus mentes, y pienso que valor tenéis, las cosas que se les pasará por la cabeza. Señor esto es para parar y pensar un poco. Una vez me dolía a mí el pecho iba con unos amigos y dije, no me encuentro bien y me dijo uno, ten cuidado que esto le paso a un amigo mío y murió en cuatro días, que jilipollas que semana pase, que poco tacto, me despedí de él y llegue a casa un poco tocado, era viernes y pase el fin de semana y no me encontraba a gusto y el domingo por la noche estuve nervioso durmiendo muy mal, pero el lunes tenía que levantarme a las ocho porque había quedado con unas personas para un tema social. Me cogí la furgoneta para Salamanca y a la entrada yo tenía que tirar a la derecha, pero me paró el semáforo en rojo. En ese mismo instante veo a una persona que me recordaba a mí cuando me cogía alguna castaña en el Norte que me iba para todos los lados perdiendo el equilibrio, dije para mí anda que viene este cojonudo. Y como mis ojos no dan más de sí, veo a un joven que al bajar de la acera a la carretera se dio un traspiés y por poco se cae. En ese momento me percate que tenía un bastón delgado y me di cuenta que era un ciego. Intente salir de la furgoneta porque vi que se iba al suelo y yo no soy de las personas que ven caer en el asfalto a gente y pasar de ellas, como ahora se lleva aunque algún día me traiga malas consecuencias, vi tanto en tan poco tiempo que yo creía que no veía el semáforo, atraviesa la carretera para entrar otra vez en la acera, había dos personas hablando a su rollo, el chico asustado con su barita al entrar en la acera toco a una persona diciéndole a ver si mira por dónde vas, fue lo último que vi porque me estaban pitando, supongo que la persona se daría cuenta del pobre chaval. Me dio rabia, pena y pensé tu sí que vales y si hay algo por ahí arriba, ese dios que creen tanto estas personas, están muy cerca de él si no esto es un descalabro. Y yo quejándome de que no había dormido, siendo un privilegiado, aunque fue un día duro, pero tenía esa suerte de llegar a casa y ver con mis ojos a los míos y tocarles sin equivocarme, donde te trasmiten ese cariño que nos dejaron nuestros antepasados y tu quieres dejar esa semilla, porque yo creo que es la más grande que hay.

Y señor, echa una mano a esta gente que son los que más la necesitan, aunque pienso que somos las personas las que tenemos que tenderla, porque si no, no merecen la pena tantos golpes de pecho y creer en dios, que ya tendrá bastante con ordenar el cielo si lo hay.

ALFONSO EL PINDOQUE

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