Ha pasado casi una semana desde su fallecimiento y el recuerdo sigue vivo entre todos los que le conocimos y compartimos momentos con él.
Esta semana es, por desgracia, su semana. Hasta esta página están llegando numerosas muestras del cariño y respeto hacia la persona de Bernardo que no podemos dejar pasar por alto. Quintín García, su amigo y compañero del alma nos envía su particular homenaje.
DATOS BIOGRÁFICOS DE BERNARDO CUESTA ÁLVAREZ
BERNARDO CUESTA ÁLVAREZ nació en Riofrío de Órbigo el día 20 de agosto de 1954 en una familia larga de hermanos –uno ya fallecido- y hermanas. Una de ellas, Esperanza, es dominica de la Enseña nza de la Inmaculada Concepción y ha cuidado noche y día de él durante su enfermedad. Aún vive su madre, ya mayor y delicada, con la que ha compartido gran parte de estos meses últimos.
BERNARDO estudió el bachillerato en la Escuela Apostólica de La Virgen del Camino de los Padres Dominicos. Su noviciado de ingreso en la Orden lo realizó en el convento de S. Pablo de Palencia.
Estudió Filosofía en el Instituto Superior de Filosofía de Valladolid
La Licenciatura en Teología la cursó en la Facultad de S. Esteban de Salamanca, a la que siguió ligado después como profesor de Teología Moral. Y en los años últimos como Secretario. Fue profesor también en la Escuela de Teología. Tiene diversas publicaciones relacionadas con su materia de Teología Moral. Y ha impartido en Cáritas y distintas instituciones cursos de formación, charlas y conferencias, dedicadas especialmente a iluminar desde la Teología el campo de la justicia social y las tareas de solidaridad con los países desfavorecidos.
En diciembre de 1981, con otros compañeros dominicos, y siendo aún estudiante de teología, fundó la comunidad Virgen de la Vega de Babilafuente, donde se ordenó sacerdote el año 1982. En la actualidad era párroco de Villoruela (Salamanca) y capellán de las Madres Trinitarias. En esos pueblos de Las Villas –Babilafuente, Moríñigo, Villoria, Villoruela- ha realizado una gran tarea de animación sociocultural, religiosa y sacerdotal. Y desde ahí ha fecundado su estudio de la teología.
Desde su fundación era el Presidente de la ONG Acción Verapaz
florecerán tus palabras en nosotros
Mientras velábamos tu larga agonía, Bernardo, recordaba los días de la primavera pasada cuando paseábamos con Esperanza por el lago del final del canal. Todavía salías del coche y andábamos un ratito. Te recuerdo comentando el nacimiento del maíz y de la patata y la cierna de los cereales. En medio del vigor colorista del tomillo y el espliego en el monte de Babilafuente aún tenías y teníamos alguna esperanza de revertir la marcha implacable de la enfermedad. Pero vino el verano y ya no podías bajarte del coche. Igual que los cereales amarilleaban en las cuestas, iba amarilleando tu cuerpo dolorido mientras madurabas por dentro tus respuestas a las últimas preguntas. Hasta que ha llegado este invierno crudo de tu agonía y de tu muerte: como a la tierra recién arada para recibir la energía regeneradora del sol y del viento te toca en esta rueda de leyes de la naturaleza guardar silencio y dejar que se pudra el grano de trigo de tu vida para renacer a una nueva Primavera. También a nosotros, Bernardo, nos toca ahora guardar silencio. Y llorar por ti. Para aprender a continuación a comulgar e iluminarnos con tu memoria, con tus palabras, las anteriores y las últimas, que Esperanza ha ido recogiendo amorosamente. Para aprender a resucitar contigo en esa Primavera serena en la que habitas. (Ayer me han dado saludos para ti los patos y los cormoranes del lago)
Quintín García
Funeral DE Villoruela, 28 de enero de 2012
del río y sus enigmas
(de amicitia)
(En memoria de Bernardo
que se ha marchado más allá de la noche)
Del río y su inhóspita caricia, fugaz
mansión de sombra y luz, se marchó ayer
Caius Laelius*, aquel siamés azul
injertado a mis pies, que estrenó conmigo
himnos inocentes, romerías
de junio, dulces tubas
de maizales, aromas
de almendros en flor. Y el pan
bregado con sudor que robábamos
con otros a los días de agosto.
Durante años celebramos
nuestras sangres audaces, quizás
alborozadas, con el fuego
sideral de la noche de san Juan. Allí
crecimos lavándonos la herida
abierta de la vida, sombra
y sed, voraz, en el agua lustral
del río de los otros
y de sus enigmas.
Guiados por una luz cenital
y sus anhelos, anduvimos, juntos aún,
tantas leguas por aire y mar y fuimos
avefrías o feroces tiburones, o tórtolas
amatorias según la estación
y la orientación de los alisios.
Hasta que un día el sol, herido
también en sus fulgores insaciables,
nos empujó en su misma dirección:
hacia la noche. Y fuimos
expulsados del Edén.
Allí
se descabalgaron nuestros pies y la sangre
compartida hubo de ser
injertada entre relinchos en naos
diferentes para los últimos
silencios. Mientras nos repartíamos
deprisa la herencia común de los caminos
y tantos violines rasgados a dúo.
Huyó entonces la luz. Se abismó
la herida. Las voces
del ruiseñor se apagaron en las cárcavas
vírgenes del monte.
La sed
repicaba una y otra vez, ávida
como la lluvia del invierno en los cristales
del alma, hacia la develación
de los enigmas. Y era agria
la contemplación de las huellas
sembradas en su rostro. Y lenta
y gris la aproximación al estuario.
Hasta que se fue Caius Laelius ayer
más allá de la noche. Quizás
seré mañana yo: por si lográramos
estrenar juntos de nuevo
el fuego azul de aquella estrella,
mírala, mírala.
Y curar,
al fin, más allá de los fontanales
últimos del río, esta herida
de soledad y sed.
* Caius Laelius fue la persona a la que Cicerón dedicó su Diálogo De amicitia convirtiéndole desde entonces en el símbolo literario del buen amigo.
Quintín García
Babilafuente, enero de 2012