Dominico de la comunidad de Babilafuente
EPÍLOGO tomado del libro «Rutas para el camino»
Contra el olvido
Que no nos rinda tu muerte, Bernardo.
Ni el olvido.
Si acaso sólo el llanto.
Deja llenas las copas con el vino y granadas las espigas de trigo candeal para la hogaza compartida, como si no te hubieras ido. Déjalas sobre la lápida gris de Riofrío, sobre las páginas dulces de este libro florecido en tu memoria, sobre la redonda mesa matriarcal, eucarística, de Babilafuente. Para cuando te visitemos. Para poder alentar el alma herida, compañero.
Y que siga estando viva, y que nos hable y nos provoque a la esperanza, tan difícil, la media sonrisa de tu fotografía, esa en la que estás revestido con la sudadera azul y el anagrama en negro de Acción Verapaz, la que preside el recordatorio que te hicimos con tu testamento espiritual. Fotografía que acaba de esculpir Chuchi Sánchez para tu aniversario en una placa de piedra de Villamayor colocada como homenaje en el Centro Multicultural de Villoruela. Como si no te hubieras ido.
Que no nos rinda tu muerte, compañero.
Ni el olvido.
Deja abierto este libro, mosaico con tus voces y nuestras añoranzas, y que el viento zarandee sus hojas y expanda las esporas de tu lengua hecha letra, hecha carne seminal y dádiva de luz para sembrar de nuevo nuestros surcos. Como si no te hubieras ido.
Como abierta se ha quedado también la puerta de tu casa de Babilafuente, resistente morada fraternal que estrenamos hace 32 años, ¿te acuerdas?, para que sigan entrando todos los que llegaron aquel agrio 20 de enero de 2012 con el llanto en las manos, a borbotones, por tu muerte. Y los que llegan ahora a llenarnos de abrazos, como si no te hubieras ido.
Que no nos rinda tu muerte.
Ni el olvido.
Que por febrero, igual que a los ásperos brazos, dolidos por los hielos, de los almendros que pueblan las laderas pardas del Balneario, te nazcan -nos nazcan- nuevas flores. Y te resuciten -y nos resuciten- del largo invierno de tu muerte, como si no te hubieras ido. Porque siempre Amanece. Y seremos convocados contigo, Bernardo, como los jilgueros y las abejas al néctar de las flores del almendro, a la final Fiesta sideral al llegar la Primavera.
Para entonces, como si no te hubieras ido, volveremos a cantar, juntos de nuevo, viejas canciones –De segar de los secanos ya vienen los segadores…- entre todas las gargantas de los muchos hermanos, tantos, que han bordado esta redonda mesa matriarcal de emociones y de rezos.
Que no nos rinda tu muerte, compañero.
Ni el olvido.
Si acaso sólo el llanto.
No hemos cerrado el balcón de tu habitación por si los aullidos del perro del vecino te despiertan cualquier día. Para que sigas oyendo, como si no te hubieras ido, los gritos desgarrados de las campanas de la torre cercana cuando tocan a muerto (anteayer lloraron por José, el marido de Juli, la catequista, que entró en esa negra rueda de la mala fortuna apenas detrás de ti) O cuando tocan a las fiestas de Águedas. O a la bendición de campos por San Isidro. O a los cantos de boda. Para que sigas oyendo también, como si no te hubieras ido, las correrías de los niños que pasan por debajo estrenando la vida.
No hemos cerrado el balcón de tu habitación para que puedan seguir saliendo por él los últimos gemidos de tu cuerpo malherido, tan amargos. Y se los lleve el viento. Y ardan en una hoguera sacrificial, purificadora, sobre el muro del lago, en el final del canal, con los patos y los cormoranes en un croar azul y polifónico rindiéndote tributo. Por si allí puedas seguir comulgando con el hálito sosegado de los peces, del tomillo y el espliego, de las águilas. Como si no te hubieras ido.
Pongámonos a cantar contigo y con Alfredo por si olvidamos el amargor de las ausencias las viejas canciones que aprendimos de las gargantas de los muchos testigos que dejaron en tus manos, Bernardo, en nuestras manos, la memoria ancestral de estos pueblos que nos ahijaron con ternura:
De segar de los secanos ya vienen los segadores…
De beber agua de aljibe…
De recoger la cebada…
De segar de los secanos…
Lo que cuesta el trabajar…, si cuatro pillos supieran,
no abusarían del pobre, ni tampoco del jornal…
De segar de los secanos…
Volvamos, sí, a cantar juntos, como en una gran coral, todos los que hemos puesto nuestra mano en este libro para celebrar tu memoria y defenderla contra el tiempo, todos los que te amamos y te estamos sintiendo, como si no te hubieras ido, en esta hora de tu primer Aniversario.
Para que no nos rinda tu muerte, Bernardo.
Ni el olvido.
Nos seguimos viendo en el recuerdo.
Adiós. Hasta la Amanecida, compañero del alma, compañero.
Quintín García