Esto que os mando fue escrito para la antigua Besana de papel, no sé cuantos años hace ya. Por eso, ciertas cosas que cito ya han desaparecido, Pero más vale ahí que olvidado entre mis viejos papeles.!Espero que os guste
Eran los últimos días de junio, el. Sol asomaba por encima de los tejados, parecía que iba ser un día caluroso, la claridad deslumbraba al salir de las casas.
Mis ojos acostumbrados al pálido sol de esta tierra Gallega, se resistían abrirse ante tanta claridad, pero poco apoco, fueron acostumbrándose y por fin se abrieron, para contemplar lo que yo deseaba.
Dirigí mi mirada hacia el tejado de la. Iglesia, que con sus tejas de marrón oscuro te invitaban a seguir con la mirada el trazado de sus canales contándolos por curiosidad uno a uno, asta perderte en la esquina que da a la otra vertiente.
Y allí en lo alto de la torre, el gran nido de la cigüeña, tan viejo como la misma torre. La cigüeña sujeta sobre una sola pata, acompañaba a sus ciéguenos, se erguía firme y segura, como lo aria un centinela en su atalaya, vigilando las idas y venidas de las gentes del pueblo.
Absorto en mi simple observación, dirigí mis pasos hacia la plaza, de pronto el sonar de la corneta del alguacil me detuvo para escuchar el pregón: De parte del señor alcalde, a todos los vecinos…. No pude evitar una especie de sonrisa entre melancólica y anecdótica. Y a la vez un poco de reproche a mi mismo diciéndome ¿ Oye de que te ríes, o es que acaso no eres tu de este pueblo?. Y me reproche diciendo ¡Que indigno es aquel que se olvida de donde nació y de las costumbres de su pueblo!
Y ya en la plaza después de haber saludado alguno de mis paisano, me detuve en el mercadillo pues allí estaban montado, los vendedores sus tiendas y pregonaban sus mercancías, llamaban la atención de los transeúntes y curiosos.
Las señoras regateaban los precios, curioseando y probando aquello que mas las interesaba. Todo era variopinto y multicolor y alegraba el lugar, dando un ambiente de fiesta.
En la cruz de la puerta de la iglesia, unos niños gateaban sin miedo a romper sus pantalones. Yo les contemple y dije para mi : ¿Que diferente es hoy todo, cuantos cachetes lleve yo por romper ahí mis pantalones de pana?.
Pensando quizá en aquellos tiempos pasados, seguí hacia la calle del ayuntamiento y descubrí con asombro que en el balcón ondeaba la bandera del pueblo. Un poco sorprendido y al mismo tiempo, un tanto orgulloso la contemple y asta creo que hice una reverencia, y me hice preguntas sobre el origen de esa bandera, de la cual no sabía nada, pues en mi vida había oído hablar de que existiera una bandera del pueblo, ¡Aunque no es extraño ya que es de todos sabido que en otros tiempos el pueblo si fue libre como lo es hoy!
Luego vinieron otros tiempos de los cuales no quiero acordarme y no existía más que una sola bandera para todos los pueblos, de España. Hoy gracias a Dios, los pueblos pueden exhibir con orgullo su propias banderas sin miedo..
El sol ya caía vertical imponiendo su ley, los pardales se cobijaban a la sombra de las acacias cubiertas con espeso manto de sus hojas aterciopeladas y tan armónicas que parecían peinadas para el día de la fiesta.
Seguí por la calle larga, aprovechando la sombra que ellas me brindaban, de vez en cuando, me paraba a mirar y recordar y veces hablando para mi me decía: ¡Aquí vivía fulano! Aquí había una casa que era de tal familia y mas detalles que ya solo existen en el recuerdo.
Cuando llegué a la carretera mire a lo largo y a lo ancho viendo en ella, árboles y flores, tenía el aspecto de una gran ciudad. Los chopos de la alameda alargaban su sombra invitando al viajero al descanso en ella y la fina hierba que la cubría relajaba la vista en este día caluroso. Seguí por la calle de las antiguas cortinas, una noria vieja y oxidada me hizo recordar otros tiempos que ahora no quiero decir, si mejores ,o peores, pero si diferentes.
En el viejo caserón del antiguo molino, como un gran gigante desafiando el tiempo, se erguía firme y seguro el misterioso transformador que tantos secretos tenia para nosotros. En su puerta clavada la vieja calavera ya oxidada con las letras de no tocar, peligro de muerte.
Recuerdos, todo recuerdos .Recuerdos de aquel viejo molino que hacia la blanca harina, para elaborar el rico pan, que en los hornos del pueblo se hacia. Recuerdos, de los viejos costales de lona hoy extinguidos. Recuerdos, de los animales de carga atados a las argollas clavadas a la vieja pared de tapia y ladrillo, recuerdos de la vieja romana que colgaba de una larga barra de hierro prendida del techo, por donde los más ágiles, haciendo apuestas trepaban hasta lo alto.
Así iba dando la vuelta al pueblo ahora por la calleja, para llegar donde antes se levantaba el viejo frontón de pelota. Buscaba con mi vista los nogales que había en la finca de. Maestre y el viejo negrillo que competían en altura con la torre, en el que alguna vez llego anidar la cigüeña.
Cuantas cosas nos abría podido contar esos árboles, pero ya no existen. Hoy su sitio lo ocupan casas de nueva construcción y curioso, entre estas nuevas casas un viejo carro para recordarme el pasado. Y en el ajenos a todo, jugaban los niños del nuevo bario. ¡No se porque me detuve a mirar a este viejo carro! Quizá porque en el se divisaban las viejas pinturas que el carpintero pinto, allí se veía una perdiz volando y un cazador que disparaba y una liebre que corría perseguida de unos galgos. Sin duda el carpintero y al mismo tiempo pintor fue cazador y quiso expresar su afición; Medio pena que hoy todo este en el olvido.
Del viejo frontón ya no existe ni una sola piedra que pudiera recordad su glorioso pasado, en su lugar unos cipreses que denotan melancolía, allí, donde tanto se divertía la gente, hoy se derraman lágrimas camino del cementerio donde reposan muchos de los que no hace tanto pasaron horas de grata diversión.
No echaba la culpa a nadie, pero si me lamentaba que la vida sea tan cruel y juzgue, con estos versos al tiempo.
Al tiempo le digo, que corre sin tino,
que vuela deprisa.
Que arranca a la vida, lo bueno, lo vivo.
Que no tiene alma, que es duro con todo.
Que mata el recuerdo de aquello vivido.
Dirigí desde allí mis pasos otra vez hacia la plaza, por la estrecha calle donde estaba la vieja casa del cura, estaban renovándola de forma que no se parecía en nada a la antigua, ¡¡Borraron el misterio, que la vieja casa encerraba!! La nueva construcción, hace que solo sea una más ¡Solo eso!
Pase por la plaza, ya los vendedores recogían sus cosas para marcharse con los trastos a otra parte. ¡Qué vida la de los pobres vendedores ambulantes, siempre de un lado para otro!, Pero no le di más importancia, yo estaba paseando por mi pueblo y esto me gustaba más, que pararme a pensar en los vendedores.
¡Sé que me habían pasado muchas cosas desapercibidas!, Pero ahora frente a mi se levantaba un pequeño jardín donde un sauce llorón dejaba caer sus ramas asta tocar el suelo, le acompañaban otras pequeñas plantas que no se definir ya que cuando yo me criaba, los jardines eran muy escasos en el pueblo, solo algún rosal y algunos geranios era lo que existían como adornos.
Comprobé, que estos jardines que me podían poner alegrar no lo hacían, quizás fuera, porque los creí usurpadores de aquel lugar, donde no hace mucho, había un gran pozo con su brocal de piedra, en el que había pececillos de colores, de donde se sacaba el agua, para saciar la sed de bueyes y mulas, que labraban la tierra, que producía el trigo, que molía aquel viejo molino, que hacia la blanca harina, para hacer el pan, que cocían los hornos, para alimentar a las gentes de mi pueblo!
Pensando en todo lo que había visto, fui hacia el bar el Castillo que quizás deba su nombre aquel pozo. Tome una cerveza para mitigar mi sed ya que hacia bastante calor. Dos señores hermanos, ya mayores conversaban frente al ventilador que los refrescaba, yo les mire y mi mente volvió al viejo frontón en el que ellos en sus ratos de ocio, que eran pocos, dejaron gotas de sudor tratando de ganar el partido de pelota que era su única di versión y sin duda su gran afición. Converse con ellos porque eran muy amigos de mis padres y se puede decir que también mios, por eso hable buscando recuerdos. Cuantas cosas me contaron que aquí no cuento, pero mi admiración por ellos es cada día mayor porque ellos eran el archivo viviente del devenir de Villoría, en estos últimos tiempos. Como me abría gustado verlos hablar con mis padre. Qué libro se podría escribir con sus memorias
SEGUNDO DIA
La campana sonaba, su tono no se parecía en nada aquellas que yo volteé cuando era mozuelo, por eso al escucharlas dije, cómo dije aquélla vez que se rompieron siendo yo chaval ¡Esto suena a lata¡ Pero un pequeño sobresalto me invadió y dije ¿Quizás mi oído se haya acostumbrado al ruido de otras campanas? No lo sé, quizás sea eso o que mi oído ya no tenga la misma sensibilidad que tenia y no aprecie el sentimiento que entonces despertaba..
La cigüeña un poco asustada por el ruido, voló trazando círculos alrededor de su nido. Los nuevos cigüeños abrían sus alas imitando a sus progenitores,, de pronto empezaron abrir sus largos picos y pude saber por que: no se si era el padre o la madre ¿Ellos si lo sabrían? Porque allí en lo alto se veía que uno de ellos traía colgado de su pico, una larga culebra que seguramente seria para el desayuno de aquel día. Yo les contemple y pase un largo rato comprobando como luchaban entre ellos para quedarse cada cual con la mejor parte, cuando llenaron sus buches, se ocultaron en la profundidad de su gran nido de forma que solo se les podía ver la punta de sus largos picos.
El reloj daba las once de la mañana y el día invitaba al paseo. Dirigí mis pasos hacia el prado de. San. Benito y al pasar por el nuevo canal apetecía darse un baño y mire, a un lado y el otro de su trazado y vi que se perdía, en la lejanía
Un hermoso espectáculo se presentaba a la vista, por la acción de los aspersores de riego. El agua que lanzaban fina y pulverizada, al pasar por los rayos del sol, un hermoso arcoíris permanecía permanentemente por encima de los campos verdes de maíz y remolacha ¡Esto es un bien del cielo dije para mí! A pesar de todo. Si a pesar de todo, porque también me pareció que este canal partía las tierras del pueblo en dos, dividiéndolas unas malas y otras buenas y esta melancólica observación, hizo que un fantástico proyecto, corriera por mi mente y trace otro canal, que pasaría por la raya de todos los términos que limitan con el pueblo, para que así nunca se pudiera decir de sus campos que estos son Buenos, estos son Malos. Volaba mi sentido como vuela la cigüeña, con la diferencia que ella buscaba las presas para alimentar a sus cigüeños y yo buscaba proyectos para alimentar mi espíritu.
La campana sonó de nuevo y desde allí, me parecía mas claro y nítido su eco, quizá la soledad y el lugar en que me encontraba hizo que penetrara mas en lo profundo de mi sentimiento. Y unos verso que un día ley cuando era pequeño salieron a mi boca.
Campanas de mi lugar,
tu me quieres bien de veras,
cantaste cuando nací
lloraras cuando me muera
De una pequeña mata de tomillo escondida cogí una ramita, su inconfundible fragancia volvió a despertar en mi recuerdos de mi niñez, cuando con un cuebano veníamos a este mismo lugar el día de Santa Cruz a arrancar, el oloroso tomillo, para hacer las hogueras, que luego perfumarían la procesión que se dirigía asta este lugar de San Benito, para bendecir los campos, para que las cosechas fueran buenas y no faltara el pan en el pueblo.
Pero la realidad en este sitio ahora es bien diferente: ya no crece el tomillo, ya no mana el manantial porque unas zanjas que atravesaron sus entrañas hicieron que se perdiera para siempre aquel pequeño oasis de frescor y fantasía. El prado de San Benito, a un que era primavera, parece agostado por la constante presencia de las depredadoras ovejas, simplemente unos juncos y unos cardos no comestibles, crecían a sus anchas, brindando protección a lagartos y lagartijas.
Ya era casi medio día, la sed me hizo recordar la fuente de Alba, seguí el cauce del canal y pronto estuve junto a ella. Bebí de su fresca y fina agua asta saciarme, quizá mas, porque es bien sabido de todos, que de esta fuente se dice que cuanto más se bebe, mas se quiere.
Satisfecha mi sed, el gran álamo invitaba a sentarse a su lado y disfrutar de su sombra, su inmensa copa cubría un gran espacio. Allí estuve un rato grande contemplando a aquel hermoso árbol, cuantas historias escucharía cuando aquella fuente tenía el pilón para lavar, donde algunas señoras pasaron parte de sus vidas para ganar el pan para sus hijos. Por esos recuerdos contemplaba y casi interrogaba al viejo y gran álamo. La brisa movía sus hojas mostrando como siempre su blanquecino color y de allí, unos versos salieron de mi boca que recuerdan la fuente y el árbol.
A LA FUENTE DE ALBA
Limpia y cristalina es
tu agua fuente de alba,
sacias la sed al sediento,
que es obra, de caridad innata
Y tu blanco álamo ,
tus ramas parecen alas,
brindas sombra al caminante,
le das descanso a su cuerpo
y das sosiego a su alma.
Juntos como enamorados
veis como pasan los años,
seguro que os lamentáis
al mirar que vuestro encanto
sin contemplación cambiaron.
¡Cuántas fuentes milagrosas
no tienen de vuestro encanto!
Yo aseguraría que tu.
Fuente
del. Alba y del Álamo.
Tienes hecho algún milagro
y por tímida as callado.
Mas todo estará escrito en el cielo
y nadie podrá borrarlo,
aunque a las gentes de ahora
no le importe tu pasado.
Hoy yo quiero recordarlo,
en ti bebió el segador,
que sudoroso y cansado
después de calmar su sed
levanto la vista al cielo
y dio gracias por el trago.
Y aquel mozo de labor,
de mañana bien temprano
llenaba en ti su barril
para refrescar su boca
del polvo de aquel arado.
Y el forastero de paso,
receloso y con cuidado,
bebió una ved de tu agua
Y jamás pudo olvidarlo.
¿ Acaso no es un milagro
saciar la sed del sediento
y brindarle gratuito
en los días calurosos
la hermosa sombra de un árbol?
¡Si que lo son!
Pero vosotros callados,
fuente del alba y del álamo.
Viendo cómo pasa el tiempo,
que a los hombres va llevando.
Seguro que allí en el cielo,
alguno estará mirando
y le dirá al creador:
No, no dejes que estos se olviden
de esta fuente y de este árbol.
TERCER DIA
Era domingo y la mañana estaba clara como correspondía al mes en que estábamos. Las gentes con sus trajes nuevos se dirigían al toque de las campanas a asistir a la misa mayor. Se formaban pequeños corrillos en la plaza, comentando los quehaceres de la época, toco de nuevo la campana para avisar que ya era hora de pasar a la iglesia.
Como desde siempre las mujeres se dirigieron a los bancos de adelante y los hombres a los de atrás. Yo también me que de atrás como lo e echo siempre- Pues viejas costumbres no son fáciles de cambiar, aun reconociendo que esta vieja costumbre es un tanto discriminatoria y ya no se practica en otras iglesias.
El sacerdote decía la misa pero yo no me podía concentrar, pues mi vista corría de un lado a otro de la iglesia, buscando las cosas de siempre como aquel. Cristo que tanto me impresionaba, o aquel Sepulcro, o aquella pequeña Virgen que nunca supe cómo se llamaba, o aquellos angelitos del arco de el altar mayor.
En tanto, un coro de jóvenes tocaba sus guitarras entonando canciones modernas como corresponde a su época, pero yo, echaba de menos el viejo armonio que tocaba el sacristán por desgracia ya fallecido, aquel armonio sonaba por encima de nuestras cabezas, desde la tribuna también desaparecida. Me encontraba a gusto, pero extraño, como escuchando algo que no correspondía al lugar de donde estaba, sin embargo estaba allí.
Acabada la misa, otra vez los corrillos en la plaza, unos para charlar, otros para ir al bar a tomarse el vermú con gaseosa y la anchoa o unas aceitunitas. Cuantas veces tengo yo comentado, este tipismo de mi pueblo, Esto creo que patentarlo no seria mala idea.
Aquel día fuimos recorriendo los bares que ahora ya abundan en el pueblo, asta llegar al frontón donde unos chavales jugaban con raqueta a la pelota.
En el campo de fútbol también se jugaba un partido un tanto acalorado y con mas espectadores que en el de la pelota, pues senota bien, que las nuevas generaciones cambian, asta aquello que tan arraigado estaba en sus antepasados, ¡La pelota!
Mire al charco de los adobes, una expresión de sorpresa salió de mi al comprobar que ya no existía, Un montón de escombros lo había hecho desaparecer. Borrando aquello donde quizás nació el primer material para construir las primeras casas que dieron origen al pueblo ¡Hice un comentario para mi interior! «No me parece que sea muy positivo borrar sin contemplación los recuerdos de nuestros orígenes, los adobes que de ahí salieron fueron nuestro refugio, no hace tanto .
Otra sorpresa se presentaba ahora ante mi vista, el charcón o la charca grande como se llamaba, ya no existía. Borrada por las nuevas necesidades o cambios de forma de vivir, que yo ahora no me atrevo a censurar, si son tan importante como lo era la charca en su tiempo. Este nuevo complejo dedicado al ocio, nunca tendrá la importancia que aquellas charcas tuvieron para el progreso del pueblo en otros tiempos.
Por eso les dedico estos versos a su recuerdo.
A LA CHARCA GRANDE
Una cruz yo pondría
en vuestras tumbas viejas charcas.
Vosotras que fuisteis
para el pueblo
en otro tiempo vida y alma.
Víctimas de este cambio,
ya no cantaran en primavera las ranas.
Ni los niños podrán ver
las ondas que hacia la piedra
que a tus aguas lanzaban.
Ya nunca la Cigüeña cogerá
la culebra que a sus crías alimentaba.
Ni el barro la Golondrina
para su nido
que en el alero del tejado fabricaba.
Ya nunca saciara su sed
en ti el buey ni el caballo.
Ya nunca revoloteara
en tu orilla el renacuajo.
Ya nunca crecerán
los verdes juncos
donde se refugiaba la libélula
Ni lo pequeños nenúfares blancos
alegraran la primavera.
Eras el mar en los días de viento,
eras glaciar
en los días fríos de invierno.
Y jardín eras
cuando llegaba la primavera.
Sigifredo Maria Cascón