A mí las navidades no me gustan desde hace años, porque se han ido muchos seres queridos que para mí todos los días siguen vivos
No sé si seré capaz de narrar este día y mi añoranza de cuando era pequeño.
A mí las navidades no me gustan desde hace años, porque se han ido muchos seres queridos que para mí todos los días siguen vivos ya que cualquier día del año necesitamos hablar, un abrazo o un beso, que yo creo que se va perdiendo este gesto y es una pena porque lo necesitamos, pero estos días parece que te lo imponen tienes que ser distinto al resto del año, que muchas veces ni nos saludamos.
Esta mañana según iba caminando me encuentro con «Jose», el electricista del pueblo, y me dice: que pases buenos días en compañía de tu familia; le contesté que yo procuro pasar todos los que puedo porque estos ya no vuelven y le dije déjame que te de un beso en la calva y me contesta, ¡no jodas!, bueno, te lo puedo dar cualquier día del año, lo que pasa que si te lo doy ahora no pasa nada porque estamos en fechas del perdón, pero si te lo doy en abril y nos ven, echando leches nos sacan cantares.
Hoy veintidós de diciembre es un día muy grande, se sortea la lotería y claro, todos creemos que nos va a tocar, para eso jugamos. Que me sucede a mí, que cuando toca el gordo en tal sitio o en ese otro, siento una pequeña envidia sana, porque no toca en Salamanca, ni en mi pueblo, y se te queda cara de tonto, luego ves en la televisión a las personas que les ha tocado locas de contentas, brincan de alegría que no es para menos. Y pienso yo ¡cuanto me gustaría a mi brincar con mi familia, amigos y demás gentes!, porque les traigo un número de Benidorm cuando voy de vacaciones, pero me parece que va a ser que no.
Pero enseguida me recupero porque también me da alegría ver gente necesitada, donde ves lágrimas, abrazos y besos, champagne por todos los lados, que debe ser una locura y dicen, el premio está muy repartido. Creo que los que salen en la televisión son los más necesitados, porque para ellos es un milagro, a los que le toca mucho no salen, y lo entiendo, luego pienso para mí ¡yo también soy un afortunado! estoy vivo, me llevo bien con la gente, tengo unos amigos estupendos, una familia unida que nos queremos mucho, tengo salud, qué puedo pedir a esta vida, si tengo de todo.
Y como este día es el de la salud, me voy con mi mujer y mi hija a ver a mi nieto Jacobo y demás niños que es el festival del colegio, hoy les dan las vacaciones, los profesores tienen que tener mucha paciencia para meter en vereda a tanto niño, chapó por ellos.
Preparan un teatro y unos villancicos, y allí estamos casi todos los padres y abuelos que se nos cae la baba con una alegría inmensa de ver actuando a cincuenta o sesenta niños, donde cada uno mira de frente para ver si ve a sus papas y abuelos que lo veo un poco difícil porque empiezan las paparazzis que son las madres a tirar fotos, que creo yo que los deslumbran, porque parece igual que cuando viene un actor de Hollywood famoso a presentar la película.
Se termina todo el tinglado, que te ríes con ellos, donde uno se mete el dedo en la nariz y otros se agarran de las orejas o cosas así de niños, y te lo pasas pipa con esa espontaneidad que tienen. Se bajan y cada cordero va a buscar su oveja y ahí estamos los abuelos y los padres ¡qué bien has estado! Dándoles los besos de rigor.
Pero yo mientras estaba allí rebobinaba muchos años atrás y me decía para mí cómo ha cambiado esta vida, cuánto me hubiera gustado a mí en aquellos tiempos que me besasen mis padres o mis abuelos, y te das cuenta que era muy difícil.
Tengo ochenta y cuatro primos carnales entre las dos partes, ¿cómo nos iban a besar a todos? en aquellos años de miseria mis padres con ocho hijos y muchas penurias, no tenían tiempo para nosotros, para transmitir el cariño que necesitaban los niños, porque había muchos problemas en aquellos hogares donde faltaba casi de todo, sacándonos adelante como podían.
En el salón de actos a mi lado había una persona de mi edad, y me pregunta un poco apenada ¿qué te parece esto Alfonso?, le contesté me parece muy bien, me dijo mi madre tuvo catorce niños ¿para qué?, para pasar hambre y necesidades, hemos sido la peor generación, tirar de los padres, nosotros de nuestro hijos y ahora de los nietos, estoy contigo.
Me dice, a mí me ha concedido Dios dos hijos y los he criado bien, no como mis padres que sólo pensaban en tener hijos, yo ya no pude y le dije, mira aquellos tiempos no eran estos donde todo era pecado, donde la Santa Madre Iglesia te decía que había que criar hijos para el cielo, no les decían usar la marcha atrás, que muchas veces se encasquillaba, y otro niño, lo único que hacían eran engañarnos, es una pena porque no tenían que dar cuentas a nadie porque gastaban de su cuerpo, no había preservativos, ni pastillas así que hambre pasaban pero no de sexo, y como por entonces no había salsa rosa porque no había televisión se iban a la cama pronto y tantas horas en ella se hacían muchas cosas, porque trabajo había muy poco.
Así que no te atormentes por haber sido catorce, porque si nuestros nietos viven así de bien, que no les falta de nada, ha sido por sus antepasados que le echaron dos pelotas para que a ellos no les falte de nada. Porque entonces tuvieron que pasar hambre, miedo, sin cultura y con pocas libertades. Así que amiga, vamos a recordar a los que nos dejaron y a disfrutar de lo que tenemos, en ese momento me dice la señora Isabel «la Carretera» que iba con su hijo Goyo, Alfonso déjame pasar que se me están quedando los pies fríos, porque he venido a ver a los bisnietos, le pregunté ¿le ha gustado?, sí hijo pero con muchos recuerdos en mi mente , fíjate con once hijos que he tenido en aquellos tiempos sin nada, así que esto me parece un sueño a mis años, porque el otro día cumplí noventa años, donde lo celebramos con toda mi familia y echando mucho de menos a mi marido que le tocó lo suyo.
Y tengo que decir que es una de las personas mayores que más paz me ha trasmitido, porque todo es bondad, así que vamos a reflejarnos un poco en estas encinas centenarias que para ellos todos los días han sido navidad, dejando unas huellas que es difícil de olvidar, y yo con mis recuerdos al lado de mis padres y hermanos, esperando que llegase este día, alrededor de aquella pequeña mesa para que nos dieran cuatro higos, cuatro nueces y una barra de turrón para todos, pegados a la lumbre con paja o garrobaza que desprendía un poco de calor para pasar la noche mejor.
De aquellos fríos tan intensos, porque ahí entraba hasta la paga extraordinaria y punto.
Y ahora qué ha pasado, que ni mis hijos ni mis nietos lo prueban, y yo ya no se si será por recordar, que ya me he comido dos barras, y llega este día tan ansiado y ya no lo miro, así que termino diciendo benditas navidades que tantos recuerdos nos dejaron a los mayores, aunque a mí no me gusten mucho estos días.
Alfonso «el Pindoque».