¡¡Polémica habemus!!. ¿Serán capaces las parejas de llevar a buen puerto tan trascendente decisión?
Sánchez, Pérez, García, Amor, Melón, Guerra, Paz, Villoria, Gracia, Varela, etc., etc, etc. La cantidad de apellidos que nos podemos encontrar en los padrones municipales son múltiples y variados, corrientes, molientes , raros, esperpénticos, penosos, graciosos…Hasta aquí nada fuera de lo normal.
El problema es cuando empezamos a combinar apellidos por el hecho, tan corriente, de haber nacido en el seno de una familia y tener que adoptar los primeros apellidos de ambos cónyuges. Aquí nos podemos encontrar de todo, como en botica , desde las combinaciones más frecuentes y corrientes hasta las más estrambóticas y que ponen en más de un apuro a quienes han tenido la suerte de llevar una de ellas. Más de una vez hemos oído o leído nombres con sus correspondientes apellidos que provocan la sonrisa-en el mejor de los casos-, el asombro o la risa pura y dura.
Nombres y apellidos que unas veces son reales y que otras son inventos de mentes calenturientas que juntan en la ficción lo que hubiera podido ser. Por ejemplo si Juan Conejo tiene descendencia con Angelita Salido sólo hubiera hecho falta que el retoño hubiera sido una niña. Imagínense el sambenito que le caería a la rapaza cuando fuera al colegio o cuando en la consulta del médico dijeran su nombre por megafonía: Sinforosa Conejo Salido, pase al consultorio 3…. y todas las cabezas erguidas a ver quien es la portadora de semejantes apellidos. Por suerte este sería un caso extremo, pero no imposible.
Viene esto a cuento porque, como todos ya sabréis, por fin se ha aprobado la ley que permite cambiar el orden de los apellidos de los hijos. Ahora no es obligatorio que el primer apellido de los hijos sea el del padre, también lo puede ser el de la madre, previo acuerdo de la pareja. ¡¡Polémica habemus!!. ¿Serán capaces las parejas en ponerse de acuerdo para tan trascendente decisión? He aquí la madre del cordero. Si eran pocas las discrepancias que enfrentaban a las parejas aquí tenéis una más: «A ver Justo Guerra, yo Manuela Segura no voy a permitir que nuestro hijo se apellide Guerra Segura, lo más normal es que se apellide Segura Guerra, que no suena tan bélico». Un inciso: este comentario no es mío es el ejemplo que ha puesto un diputado para explicarnos el por qué es necesario llegar a un acuerdo; eso si, los personajes y lo de bélico es de cosecha propia para darle otro aire al ejemplito del representante del pueblo que se habrá quedado calvo con tremenda reflexión.
A partir de ahora, casos como el que hemos mencionado en nuestra introducción tendrán fácil solución a menos que los padres de la criatura sean unos sádicos y piensen menos en sus hijos que un perro en una badila. Benditos aquellos cuyos primeros apellidos coincidan: nada que discutir -salvo el nombre -que tampoco es moco de pavo.
El resto lo va a tener difícil y más teniendo en cuenta que el orden que se elija para el primero será el que prevalezca para el resto de los hermanos. Pero tranquilos que si no hay consenso, para eso está papá Estado que, ni corto ni perezoso, le ha cargado el muerto, en este caso el vivo, al funcionario de turno del Registro, que tendrá que decidir el orden de los apellidos en base a no sabemos todavía que criterios. Me meto por momentos en la piel de este funcionario-a y lo primero que haría sería pedir un plus de peligrosidad. Dejemos, como siempre, que el tiempo nos diga si la medida es o no acertada, de momento es lo que hay.
T.P.